Por Juan Carlos Zapata (KonZ).- “En la historia no se producen milagros”, señala Rómulo Betancourt. Y hay que poner las palabras del expresidente en tiempo presente. Como un alerta. Una lección. Un recordatorio. Para que la dirigencia transite el camino de la unidad que fue lo que hizo posible el Pacto de Punto Fijo que dio origen a la etapa de mayor progreso político, social y económico que ha vivido Venezuela.
En la única entrevista que aparece en el archivo del programa Buenos Días conducido por Sofía Imber y Carlos Rangel, Rómulo Betancourt precisa que la unidad alcanzada por la dirigencia de Acción Democrática, Copei y URD, perseguía “un entendimiento para evitar que la barbarie recurrente se introdujera de nuevo al país, que pudiera volver una nueva dictadura”.
La dictadura ya está instalada en Venezuela. A las palabras de Rómulo Betancourt hay que darles esta vuelta. ¿Es tan difícil la unidad de la dirigencia de este tiempo para echar a la dictadura?
Betancourt fue entrevistado por Sofía Imber y Carlos Rangel el 19 de mayo de 1978 con motivo de la aparición de sus obras completas, editadas por Seix Barral. Es la única entrevista que aparece en el archivo digital del Centro de Investigación de la Universidad Católica Andrés Bello, UCAB. Es año electoral. Han pasado dos décadas de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958. Pérez Jiménez, personaje que Betancourt prefiere no llamar por su nombre.
Carlos Rangel pregunta. Quiere saber “qué factores casi milagrosos” hicieron posible que Venezuela pudiera transitar ese año, ese “periodo tan caótico” que comienza en enero de 1958 hasta 1959, que es cuando Betancourt asume la Presidencia. El expresidente responde:
-En la historia, Carlos y Sofía, no se producen milagros. Los milagros los hacen los dioses. Unos creen en ellos, otros no creen en ellos. Los hombres son los que, actuando de acuerdo con la circunstancia y fijándose metas claras conducen la historia.
Aquí está la primera lección. Que los hombres “actuando de acuerdo con la circunstancia y fijándose metas claras conducen la historia”.
Agrega que “yo le asigno una gran importancia al hecho de que nos hubiéramos dado cuenta los dirigentes políticos de que era necesario buscar un entendimiento para evitar que la barbarie recurrente se introdujera de nuevo al país, que pudiera volver una nueva dictadura”.
Aquí va la segunda lección. El entendimiento. La unidad. Para salvar a Venezuela de la barbarie.
Apunta: Yo le doy una gran importancia al Pacto de Punto Fijo en el que nos entendimos los copeyanos, los adecos, los urredistas para, sobre ciertas reglas mínimas del juego político…”.
La tercera lección es el resultado. El Pacto de Punto Fijo con reglas mínimas de juego. ¿Será tan difícil hoy?
Carlos Rangel interrumpe para precisar que el Pacto de Punto Fijo “no fue operante sino a partir de cierto momento”, a lo que Betancourt precisa que “el Pacto no vino a ser sino la culminación de un proceso, es decir, el registro de un acuerdo que ya se venía realizando”.
Esta respuesta conduce a la cuarta lección. Si ya ha habido acuerdos en la oposición, por ejemplo en 2015 para las elecciones de la Asamblea Nacional, ¿por qué no haberlo ahora? Un acuerdo que incluya a todos los factores. Porque aquí viene la quinta lección de Betancourt:
“Y además, algo muy importante. Además de las fuerzas obreras que siempre habían estado dentro de sus sindicatos militantemente luchando por la democracia, en el 58 hubo una toma de conciencia del sector empresarial. Entonces el sector empresarial que ya había aprendido también la ruda lección de los diez años de dictadura, entonces cooperó en la formación de ese gran frente democrático”.
Este aspecto lleva a otro de primera actualidad hoy en Venezuela. La Fuerza Armada. El papel de la Fuerza Armada en 1958 para sacar a Pérez Jiménez del poder.
–Las Fuerzas Armadas también habían aprendido la lección de la dictadura. Una dictadura que hablaba en nombre de las Fuerzas Armadas pero de la cual se beneficiaban el dictador, una pequeña camarilla de incondicionales suyos en uniforme y una vasta cauda de civiles, de contratistas, de abogados, de ingenieros, y el tal gobierno de las Fuerzas Armadas era un gobierno del dictador y una camarilla de aprovechadores.
A esta respuesta poco o nada hay que cambiarle. Al fin y al cabo las dictaduras sufren del mismo mal. El mal que las termina matando. Explica Betancourt:
-Naturalmente, persistían en las Fuerzas Armadas hombres con ambición de poder usurpado, pero había un grupo grande de oficiales, unos que habían estado presos y perseguidos por la dictadura, otros que habían seguido en su ejercicio activo pero sintiendo sobre ellos el dolor y la vergüenza venezolana de que se les considerara los responsables de que se mantuviera un gobierno que saqueaba y deshonraba al país.
Es lo mismo. El poder usurpado. La ambición de los grupos en el poder. Los que saquean. Los oficiales presos `por manifestarse en contra. Los oficiales perseguidos. Espiados. Los oficiales que no aceptan que se diga que son ellos también los responsables de la tragedia venezolana. De allí la reacción de la oficialidad.
Pero Betancourt anota un aspecto crucial, luego de reconocer la confluencia de factores que hacen posible la caída de la dictadura. “Hubo una serie de factores favorables. Pero esos factores no hubieran conducido al país a una salida positiva si no hubiéramos habido unos cuantos hombres lúcidos, claros, que nos dimos cuenta que era necesario que las fuerzas democráticas del país no se entre devoraran, no se entregaran a una lucha caínita, de Caín contra Abel, sino que nos pusiéramos de acuerdo para enrumbar a Venezuela por la democracia”.
Ahí está la clave. Hay que decir que Betancourt no elude su propia responsabilidad. “Nos dimos cuenta”, señala. Y este de debe ser un punto de partida para entender que la dirigencia opositora al régimen no se devore entre sí, no se entregue a la lucha cainita, y que se ponga de acuerdo. El objetivo es uno. Lo dice, lo dijo Betancourt: enrumbar a Venezuela por la democracia. Lo dice quien ha sido el más importante dirigente político de la Venezuela del Siglo XX y sin competencia aun en el Siglo XXI por la obra realizada, por el legado, y por la herencia de civilidad política.
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