Juan Carlos Zapata (ALnavío).- “La economía del mundo se ha dado vuelta”, dice el presidente de Argentina, Alberto Fernández. La crisis desatada por el coronavirus lo justifica todo. Y justifica el discurso que sostuvo Fernández durante la campaña electoral y ahora en el poder: que Argentina no puede pagar la deuda, que no es que no quiera pagar sino que no puede y que primero hay que poner la economía en marcha para producir dólares y sólo con dólares es con lo que se pagan las deudas en el planeta.
Ya nadie puede decirle no al plan de Argentina que ya venía negociando con el FMI, y fue el mismo FMI el que primero le había propuesto a los bonistas una quita “apreciable” de la deuda. Estamos hablando de que el anuncio del Fondo Monetario Internacional se produjo el 19 de febrero. Y a dos meses de ese hecho, la situación ha cambiado completamente. El mundo se encuentra sumido en la más profunda recesión desde la Gran Depresión de 1929. Es el mundo todo. Los países a los que Argentina vende y compra. Es el mundo cuyos escenarios económicos pueden ser peores si la pandemia llega a extenderse unos meses más en 2021, según ha reconocido el mismo FMI, que habla, además, de una crisis “rara”, impactada por un factor que arropó el planeta a una gran velocidad que nadie imaginaba en enero, que nadie imaginaba incluso en febrero.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, hizo la propuesta, a la que definió de “buena fe”. El presidente Fernández confirmó lo dicho por el ministro al decir que “nosotros con la misma buena fe que encaramos este debate con los acreedores lo seguimos llevamos adelante”. Y con ello el mandatario persigue despejar cualquier duda de que la Argentina no desea pagar sino aterrizar en la realidad concreta del escenario nacional y del escenario internacional. Si la situación antes del Gran Bloqueo económico mundial, expresión del FMI, era comprometida, ahora lo es más.
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