Jose Antonio Bautista (ALnavío).- Estos procesos son lentos. Destruir una corporación energética del calibre que tenía Petróleos de Venezuela, PDVSA, en 1998, no era cosa de hacer de la noche a la mañana, menos con un barril de petróleo vendiéndose en montos superiores a los 100 dólares, una herencia de producción de más de 3,6 millones de barriles diarios y una calificación financiera triple A que permitía un inmensurable endeudamiento
Pero la dinamita estaba colocada desde el momento en que se desvirtuó un negocio estrictamente técnico por la demagogia, se sustituyó el conocimiento profesional y técnico por el servilismo político y se pretendió financiar todos los gastos de la nación con los fondos de una empresa ya no manejada profesionalmente, sino a la conveniencia del grupo de mando.
Así fue. Ese es el resumen de lo que pasó en PDVSA con la revolución chavista. Pero ahora el exZar de PDVSA, Rafael Ramírez, en la distancia, desde una trinchera muy remota a la sede de La Campiña en Caracas, ataca. Ataca a la consecuencia de su gestión, aunque sin admitirlo así. Prendió la mecha, salió corriendo y desde lejos acusa a la explosión como un hecho ajeno.
En una de sus últimas intervenciones, para denunciar el “Plan del Gobierno para la entrega de PDVSA” emprendido por Nicolás Maduro, Rafael Ramírez señaló que tuvo acceso a un “documento interno de la Comisión Reestructuradora de PDVSA “Alí Rodríguez Araque” (ARA), que devela, finalmente y de manera indubitable, cuál es el plan del gobierno de Maduro para terminar de liquidar a PDVSA y entregar en forma definitiva el control del petróleo”.
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