Por Juan Carlos Zapata @periodistajcz.- María Teresa Romero es la embajadora de Juan Guaidó en Guatemala. Ya María Teresa Romero estuvo en Guatemala. Ya presentó credenciales, “mi copia de estilo”, al gobierno de Jimmy Morales. Ahora espera por el beneplácito formal.
Este lunes, a Carlos Vecchio el gobierno de Donald Trump lo reconoció como embajador de verdad. Romero sigue a la espera de la audiencia Presidencial en Guatemala. Y lo mismo pasa con los embajadores en Europa. El de España fue recibido por el ministro de Fomento, lo cual le restó importancia al acto. En el caso de Guatemala, es el Presidente quien le da la acreditación al embajador. Dice Romero que aquí la ventaja estriba en que Jimmy Morales es uno de los primeros mandatarios en reconocer a Guaidó en calidad de Presidente Encargado. La otra ventaja, explica María Teresa Romero, estriba en que Venezuela no tenía embajador en Guatemala. Antes era la periodista Helena Salcedo, que fue expulsada por haberse metido en los asuntos internos “adoctrinando grupos sociales, grupos indígenas”. Curioso que en Venezuela el régimen de Maduro mata pemones, y en Guatemala quería protegerlos. Qué contradicción.
La representación venezolana en Guatemala sigue en manos del encargado de Negocios y dos funcionarios más que viven en la residencia oficial porque como Maduro no les paga no pueden alquilar una vivienda. Como se sabe, Maduro ha dejado de pagarle al cuerpo diplomático. Un tren de funcionarios que se siente casi a la deriva, que opera a medio tiempo, pues tiene que hacer otras actividades para sostenerse. Dice Romero que en Guatemala hay una sede consular de la que tampoco pagan el alquiler.
Porque esto otro hay que destacarlo. Los embajadores de Guaidó no reciben sueldo. El esfuerzo es propio. Pero lo hacen con orgullo. Con honor. Con sentido histórico. María Teresa Romero ha tenido que aparcar algunos proyectos para atender este nuevo reto. Está dedicada a escribir biografías de políticos venezolanos y latinoamericanos. No es una profesional con bienes de fortuna. Era profesora en la Universidad Central de Venezuela. Es jubilada, y ya se sabe lo que eso significa en términos de ingresos. Su esposo trabaja como taxista de Uber en Miami. Pero sabe lo que tiene enfrente. Y sabe que el proceso por el que transita Venezuela es histórico.
En Ciudad de Guatemala María Teresa Romero se sintió como en casa. Dictó una conferencia en la Academia Diplomática. Fue bien recibida por el gobierno. Se reunió con la sociedad civil. Con las fuerzas vivas. Con empresarios. Con los venezolanos que residen allí, que ya son como 8.000. Y estos le ofrecieron trabajar. Ayudarla. Inclusive hubo quienes le ofrecieron casa, hospedaje. Porque esto otro hay que destacarlo. Los embajadores de Guaidó no reciben sueldo. El esfuerzo es propio. Pero lo hacen con orgullo. Con honor. Con sentido histórico. María Teresa Romero ha tenido que aparcar algunos proyectos para atender este nuevo reto. Está dedicada a escribir biografías de políticos venezolanos y latinoamericanos. No es una profesional con bienes de fortuna. Era profesora en la Universidad Central de Venezuela. Es jubilada, y ya se sabe lo que eso significa en términos de ingresos. Su esposo trabaja como taxista de Uber en Miami. Pero sabe lo que tiene enfrente. Y sabe que el proceso por el que transita Venezuela es histórico. ¿Cómo decirle no a Gustavo Tarre Briceño, embajador ante la OEA, que la llamó de primero? ¿Cómo decirle no a Juan Guaidó que la llamó después? ¿Cómo decirle no al diputado Francisco Sucre? ¿Cómo decirle no al país? Y esto quedó confirmado en la reunión con los venezolanos en Guatemala. Todo como en familia. Una gran familia.
¿Y Guatemala? Guatemala es un país importante. Es estratégico por su ubicación, al lado de México, al lado de Nicaragua. María Teresa Romero está asombrada de la capital. Le recuerda a Caracas, en otra dimensión. Guatemala, señala, es el país más moderno de América Central. Y Guatemala quiere ayudar. Y se puede ayudar a la causa venezolana desde Guatemala. Y a los guatemaltecos les gusta que los tomen en cuenta. Y Guatemala tiene incidencia en el Caribe. Ese Caribe callado, bajo la influencia de Petrocaribe, de la petrochequera del chavismo.
Romero señala que el equipo de Guaidó tiene en cuenta todos los aspectos y la particularidad de cada país. Es un equipo que “está trabajando bien”. Claro, con el agravante de que el estatus de reconocimiento no sea el mismo en todos los países. Siguen el plan de acción. Y trabajan para ampliar el reconocimiento por parte de la comunidad internacional y para profundizar el reconocimiento en los países que ya reconocieron. Resalta, por supuesto, la receptividad de América del Sur. El Grupo de Lima. De América Latina. Nada ha sido improvisado. Es un plan, señala, que comenzó a trabajarse desde 2018. “Toda la región está alineada y hace más fácil el trabajo”. Y todo este cuerpo de embajadores o de representantes, como prefieren llamarlo algunos gobiernos, lo coordina el diputado Francisco Sucre, presidente de la Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional. Cuenta con un consejo asesor, que observa y analiza.
Ya en el terreno local, María Teresa Romero apunta que el de Guaidó es un gobierno colegiado. Que no se trata solo de Guaidó. Que es también la Asamblea Nacional. Señala que la situación interna es complicada. Natural que así sea, tratándose, apunta, de un proceso inédito y sobre todo por cómo se ha planteado: que sea constitucional, pacífico, democrático. Admite que el 23 de febrero se dio un pequeño quiebre militar. Aunque no el que se esperaba. Tampoco la gente se movilizó ese día.
Apunta que la estrategia interna va de la mano de la estrategia externa. En un mundo globalizado no puede ser de otra manera. En lo interno, Nicolás Maduro tiene el 90% de la población en contra. De modo que en un contexto así la comunidad internacional es clave. En el entendido, sin embargo, de que en diplomacia todo es más lento. No hay almuerzo gratis en relaciones internacionales, dijo Henry Kissinger, recuerda quien estuvo 28 años dictando clases de Política Exterior de Venezuela en la UCV. Dice que hay países que se mueven más rápido que otros. Y ello explica por qué se ha estancado el número de Estados que han reconocido a Guaidó. Sin embargo, aflora un aspecto positivo: que el reconocimiento se ha profundizado en aquellos que ya lo reconocieron. Y eso va para Europa, donde en Italia ha mejorado la situación, y el Grupo de Contacto gira hacia lo crucial que son las elecciones libres. Por lo demás, Japón también se unió al reconocimiento de Guaidó.
Es verdad. El régimen sigue ahí. Pero más débil. Y será más débil. Porque, dice María Teresa Romero, “es difícil que la comunidad internacional dé marcha atrás. Se está jugando el prestigio para que haya unas próximas elecciones. No veo marcha atrás en el proceso”. Está segura de que el cambio viene. No solo de gobierno. Sino también de mayor madurez en el sentido de cómo entender a la democracia. Lo que se traduce en mayor calidad democrática. De la cultura democrática. “Viene un nuevo proyecto político nacional. Un proyecto que profundiza los 40 años de democracia. Un proyecto que implica mayor participación de la ciudadanía. En una Venezuela menos dependiente del petróleo, obligada a diversificar la economía, las fuentes de ingresos. Y eso coloca a los venezolanos en un camino distinto. Donde la ciudadanía se involucre. Y donde los elementos de populismo y militarismo se van a reducir”.
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