
Por Pedro Benítez. @PedroBenitezF.- La señal clave del descalabro la dio el gobernador de Bolívar, Francisco Rangel Gómez. Mientras Nicolás Maduro al estilo Manuel Antonio Noriega exhibía otra supuesta réplica del sable de El Libertador ante una escuálida concentración en la avenida Bolívar de Caracas, al sur del rio Orinoco, una ola de violencia, devastación y saqueo destruía lo que encontraba a su paso. Empezó en las poblaciones del sur y alcanzó la capital, Ciudad Bolívar. Rangel Gómez consciente del origen del problema se salió de la línea oficial y desacató el decreto presidencial en un intento por calmar la poblada. A las 2:44 de esa tarde colgaba el siguiente tuit en su cuenta:
Exactamente lo contrario de lo que pocas horas antes Maduro aseguró que no se haría:#ENVIVO @rangelgomez: Los comerciantes pueden recibir los billetes de 100 bolívares y nosotros vamos a garantizar que lleguen al BCV.
— Gobernación Bolívar (@PrensaGoBol) 17 de diciembre de 2016
#ANUNCIO @NicolasMaduro: Alcaldes y gobernadores serán enlaces para articular el retiro del billete de Bs. 100 en cada comunidad pic.twitter.com/4flglTCMTu — Prensa Presidencial (@PresidencialVen) 17 de diciembre de 2016
Hoy estamos impactados por lo ocurrido en Ciudad Bolívar, pero no podemos perder de vista que otro tanto estuvo a punto de ocurrir en lugares tan distantes como Guasdualito en Apure, La Fría en Táchira, o las protestas y enfrentamientos en el centro de Maracaibo. El país iba derecho a una conmoción nacional al ponerse el sol del día sábado 17 de diciembre si se insistía con el plan monetario.

Primero un gobernador tomó la decisión y luego cuando Maduro se bajó de la tarima y llegó a Miraflores tenía la emergencia al frente con una sola decisión posible; en la práctica otros ya habían decidido por él. En cuestión de días dilapidó el capital político ganado desde la mesa de dialogo, incluyendo los 6 puntos que subió en la encuestas. Pero lo peor para su persona es la pérdida de los restos de autoridad que le quedaban ante el grupo de poder que lo sostiene. Simplemente no puede con el caos económico y social que cada acción suya agudiza más.
No es la primera vez que algún jefe regional se impone al poder presidencial. Hace apenas unos meses, en agosto pasado, Francisco Arias Cárdenas, José Vielma Mora y el mismo Francisco Rangel Gómez presionaron para revertir el cierre de la frontera y la principal razón que lo motivó fue el número creciente de protestas, saqueos y conatos de saqueos en sus respetivos estados. Desde hace rato la crisis económica venezolana es un problema de orden público apenas contenido. Si no es el desabastecimiento, es el alza de los precios, y si no, es la falta de efectivo y el encargado de resolver no da pie con bola.
La elite chavista, civil y militar, sabe que el intento por sacar abruptamente de circulación los billetes de 100 bolívares fue un garrafal error. Todos saben que todos saben, aunque no lo admitan ni en privado, que para ellos Maduro es un problema grave. O lo sacan para intentar salvar lo muebles o corren el riesgo muy cierto de hundirse con él. Así de sencillo.
¿Cuál será la próxima locura que el asesor español podemita le meterá en la cabeza al primer mandatario nacional?

No fue algo que se le ocurrió de la noche a la mañana, hace días dijo que “hay que gobernar la economía” y afirmó que tomaría medidas “duras”. Sólo alguien con suficiente ascendiente sobre él y que comparta su desprecio por la realidad venezolana podía meterle una idea de esa magnitud en la cabeza. El candidato no puede ser otro que Alfredo Serrano Mancilla.

El problema para Maduro es que ese plan, como ha quedado en evidencia no es infalible ni está perfectamente pensando. Aquí están las consecuencias.
Es probable que luego del dialogo una embriagadora sensación de victoria se apoderara de él y quisiera dar una demostración contundente de su autoridad en el terreno de la economía.
De ser así, a Nicolás Maduro se le olvido que no gobierna, sobrevive. Sólo que la MUD no ha sido capaz de darle el jaque mate y no al revés. Esa es la realidad.