En la medida que suben los montos de dinero en la economía, los cuales fugazmente pasan por los bancos en forma de depósito, igualmente crecen las reservas que obligatoriamente deben mantener los bancos en el BCV.
De estar yo a cargo de la estrategia de un banco en estos momentos, optaría por aceptar la imposición del BCV de no conceder más créditos y cobrar los anteriormente otorgados. Cada crédito en el balance es un riesgo que no podría cubrir con los intereses que cobro y la expectativa de nuevas “sorpresas” como saqueos tolerados por la autoridad o una expropiación no me quitarían el sueño. Al menos sabría que el dinero de los depositantes estará en los libros del BCV.
La perversidad de la medida es que está obligando a la banca a no solo a suspender la concesión de nuevos préstamos sino que debe negar la renovación de los otorgados previamente. Como esto no lo puede hacer de inmediato, la banca se ha visto obligada a acudir al mercado interbancario donde los oferentes son fundamentalmente bancos públicos que nunca han dado muchos créditos. Esos bancos están haciendo su agosto.
La situación es seria y en modo alguno hay que minimizar la amenaza de que por un accidente, bancos solventes pero ilíquidos terminen incumpliendo con alguna obligación y eso precipite una acción de la Superintendencia que cada vez parece que anda por su lado, arropándose atribuciones que normalmente le corresponden al BCV.
Pero hay otra forma de ver el problema. Ciertamente el sector privado necesita financiamiento para mantener el capital de trabajo en niveles cónsonos con el costo de reposición de insumos y mercaderías. A la vez hay que reconocer que el riesgo crediticio de una gran parte de esos demandantes ha subido en forma exponencial.
Por ejemplo, los dueños de los comercios saqueados durante el apagón, principalmente en Maracaibo, están necesitados de fondos para acondicionar los locales y reabastecerse de equipos para funcionar y bienes para la venta.
#19Mar. Un encaje de 70% no se aplica en ningún país del planeta. Lo normal es 10%. Los bancos venezolanos están teniendo problemas para cumplir con ese encaje. Con ese tipo de encaje se acaba el crédito y lo poco que queda de actividad económica se acaba. (2)
— Jose Guerra (@JoseAGuerra) 19 de marzo de 2019
La tasa anual máxima que puede cobrar un banco, por orden del BCV es sustancialmente inferior a la inflación de un mes. ¿Puede un banco con esa remuneración cubrir el riesgo de que vuelva a ocurrir otro saqueo y que el cliente no pueda pagar el crédito? La respuesta en la Venezuela de hoy es no.
Igual sucede con el crédito que tanto quiere promover la Superintendencia (de manera absurda), las tarjetas de crédito. Con el terrible panorama económico que enfrenta el país y su principal empleador, el gobierno, existe la posibilidad real de que los asalariados no puedan cobrar, al menos en dinero que tenga algún valor. Eso ocurrió en otros países que enfrentaron problemas fiscales de las dimensiones de la Venezuela de hoy.
#19Mar. El encaje bancario es un % de los depósitos del público captados por los bancos que debe retenerse en el banco central sin que los bancos lo puedan prestar. El BCV lo estableció en más de 70% con lo cual la posibilidad de préstamo es casi nula. (1)
— Jose Guerra (@JoseAGuerra) 19 de marzo de 2019
De estar yo a cargo de la estrategia de un banco en estos momentos, optaría por aceptar la imposición del BCV de no conceder más créditos y cobrar los anteriormente otorgados. Cada crédito en el balance es un riesgo que no podría cubrir con los intereses que cobro y la expectativa de nuevas “sorpresas” como saqueos tolerados por la autoridad o una expropiación no me quitarían el sueño. Al menos sabría que el dinero de los depositantes estará en los libros del BCV.