No era cualquier persona el portavoz de la denuncia. Era el ministro de Comunicación Jorge Rodríguez, y al mismo tiempo miembro del equipo negociador por parte de Maduro. No era tampoco sólo la denuncia, calificada de “olla” por parte de Guaidó: olla, en jerga periodística en Venezuela, es el montaje de una mentira; ahora se dice fake news. También era el hecho de que Jorge Rodríguez, a la vez de la denuncia, señalaba a Guaidó de estar “jugando un doble juego”, de mostrarse al mundo “como supuestos demócratas”, “defensores de los derechos humanos”, y lo que realmente, decía Jorge Rodríguez, es que “son unos criminales”, “golpistas”, que por un lado “están en una agenda de diálogo con el gobierno bolivariano y por el otro persisten en la agenda violenta, persisten en la agenda golpista”.
Son muchos señalamientos juntos. Son muchas acusaciones juntas. Criminales, golpistas, violentos, falsos demócratas. O como dijo uno de los negociadores del equipo de Guaidó al diario ALnavío: No había razón para vincular, “sin ton ni son”, la denuncia contra Guaidó por el caso de los escoltas con la negociación. Si ya de por sí, la negociación entraba y entra esta semana en un terreno no de lo concreto sino de dificultades, la denuncia, el tono, la forma, vincularla a la negociación, caldean el ambiente, que ya estuvo tenso en la ronda anterior, también realizada en Barbados. En este marco se entienden las palabras del Papa Francisco de este domingo: “Inspirar e iluminar a las partes en causa para que puedan llegar cuanto antes a un acuerdo que ponga fin al sufrimiento de la gente por el bien del país y de toda la región”.