El nuevo presidente de Argentina, Alberto Fernández, se dispone a acordar una renegociación de la deuda de ese país con el Fondo Monetario Internacional (FMI) porque, ha dicho, aunque quiera, Argentina no puede pagar. Pero, por lo visto, lo que no pretende hacer es olvidarse de otra deuda, y esa tiene que pagarla. Es la deuda de impunidad que ha contraído previamente con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Del discurso de una hora y dos minutos de toma de posesión ante el Congreso, la parte más aplaudida por la bancada kirchnerista fue precisamente la que dedicó a criticar directamente a la Justicia argentina:
“Hemos visto persecuciones indebidas y detenciones arbitrarias inducidas por los gobernantes y silenciadas por cierta complacencia mediática”. Y agregó: “Nunca más a una Justicia contaminada por servicios de inteligencia, operadores judiciales, procedimientos oscuros y linchamientos mediáticos”.
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