Desde que asumió la Presidencia, Donald Trump ha adoptado la bravuconería, que dista mucho de ser estratégica, como forma de conducir la política exterior de los Estados Unidos. Por cierto, estas son expresiones que tomo prestadas del senador Chris Murphy, quien el pasado 6 de enero divulgó un tuit, ilustrado con una foto donde aparece Juan Guaidó rodeado de militares que conforman una especie de bosque de sombras, acompañado de un comentario donde decía: “Mientras tanto, también se cae a pedazos la política de puras bravatas sin estrategia de Trump en Venezuela”.
Las improvisaciones de Trump, aunque peligrosas para la seguridad nacional, son mensajes a su base electoral, que babea por la retórica de ‘América Primero’. Este discurso aviva emociones en esa multitud y reinstaura sentimientos arraigados en los días de la Guerra Fría; esto es, el enfoque binario frente a problemas complejos en la política exterior. Trump habla y actúa como si la política exterior y los conflictos internacionales fueran intríngulis de una serie de cómics de Marvel o una película de cowboys.
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