Algunos negocios se acogieron a los ERTE. Otros decidieron liquidar el personal. Otros han ido a la banca, pero con cautela. Muchos calcularon que el virus y el confinamiento era cuestión de días, pero la realidad toca a la puerta de cada quien. Por lo pronto, la mayoría de los restaurantes, café y bares han estado negociando con los propietarios de los locales. Algunos han logrado bajar el monto del alquiler hasta en un 50%. Otros en 30 y 20%. Se negocia con los proveedores el pago a más plazo de las facturas.
Los negocios cerraron puertas cuando así lo impuso el estado de alarma. Pero luego optaron por aplicar el takeaway y los pedidos en línea, por teléfono y delivery. Era la opción de reactivarse y mantener ingresos y flujo de caja. Para medir el impacto del llevar a casa, es todavía prematuro en algunos casos, ya que como se sabe, en Madrid van a penas dos semanas que la gente salió a la calle, y por franjas de horarios limitados.
Pero la crisis domina. Porque la crisis no son solo números. Tiene rostro. Tiene bolsillo. Es de carne y hueso. Se recordará el estudio del BBVA Research que señala que más de 6 millones de hogares en España se colocan en posición de alta vulnerabilidad. O se recordará lo que dijo la presidenta de Banco Santander, Ana Patricia Botín, que tramitan moratoria de 6 millones de clientes.
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