Guillermo Ortega (ALnavío).- Desde finales de 2018 el gobierno de Nicolás Maduro inició un viraje en su política económica: eliminó el control y permitió cierta flexibilidad en la determinación de la tasa de cambio, introdujo un esquema de restricción monetaria, abandonó la política de control de precios y en materia petrolera le dio gran libertad a sus socios para que determinaran el rumbo del negocio, relajando la camisa de fuerza desde los tiempos de Rafael Ramírez, expresidente de Petróleos de Venezuela. Algunos pensaban que se trataba de un cambio a una especie de socialismo chino, en el cual el gobierno mantenía un control político rígido, mientras permitía que el mercado se encargase de los asuntos económicos. Era el momento de los optimistas anónimos.
Luego de poco más de 18 meses de ese cambio de rumbo, con la vuelta al control de precios muchos piensan que el experimento terminó y ahora los radicales retomaron el control y regresamos al cuadro de inicio.
Aunque parezca difícil de creer, esa película de avances y retrocesos en una transición suele repetirse con cierta monotonía. Es todavía más común en el marco de experimentos socialistas en el que el dogma no solo es un obstáculo sino también sirve a veces de comodín. ¿De qué trata esta vuelta a los controles? ¿Es acaso el fin del experimento neoliberal del gobierno de Maduro? ¿Es un reacomodo estratégico o simplemente una jugada política?
En realidad el asunto es un poco más complejo
Para quien no conoce los antecedentes en el mundo comunista, esos procesos de abandono de los viejos dogmas de la economía marxista, son muy contradictorios y con frecuencia es una larga historia de avances y retrocesos. Sucedió en la Unión Soviética, en la China de Deng Xiaoping, en la Cuba de Raúl Castro y sucede ahora en la Venezuela de Maduro.
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