Por Ezio Serrano Páez.- Todo parecía indicar que la estrategia política desplegada por Juan Guaidó y LeopoldoLópez el pasado 30 de abril, sería una acción victoriosa pues dejó al régimen en cueros, despojado de su taparrabos. La dictadura fue arrastrada varios metros más cerca del precipicio, se dijo. Pero tres días más tarde, los gruesos nubarrones de la división amenazan con convertir la breve victoria en derrota. La represión desatada por el gobierno, con su secuela de muerte, logró su doble propósito: retraer las protestas y desplazar la responsabilidad de la violencia hacia los líderes opositores. Para beneplácito de la bestia herida, desde todos lados surgieron reproches, quejas y reclamos con efecto balsámico para ese monstruo que revive cuando muchos lo dan por muerto.