Guillermo Ortega (ALnavío).- Cuentan algunos economistas rusos que en tiempos de la Unión Soviética en realidad pocos veneraban el manual de economía política y, a la hora de resolver asuntos prácticos, preferían estudiar programación lineal o econometría. Al final eran herramientas más útiles que las arengas contenidas en el manual, utilizadas para catequizar desde los tiempos de Stalin. Igual sucede con los economistas cubanos. En las universidades de La Habana hay más interés por estudiar microeconomía o teoría monetaria que invocar los salmos de teoría marxista, quizás útiles para la crítica pero de escasa utilidad para resolver los problemas que aparecen en la gestión de gobierno.
A juzgar por las informaciones que salen de Cuba, desde hace bastante tiempo se tiene perfecta conciencia de los problemas que aquejan la economía:
-Las distorsiones que genera el sistema de tipo de cambios duales.
-Las consecuencias de mantener subsidios basados en los precios.
-Los conflictos de agente y principal que se presenta en las empresas públicas.
-La importancia de la inversión extranjera.
-Y, en general, las dificultades inherentes a la planificación central y el rol del sistema de precios.
Todos son problemas que, de manera invariable, tarde o temprano han llevado a todos los países socialistas, el más reciente ejemplo el de Corea del Norte, a introducir mecanismos de economías de mercado y tratar en lo posible de mantener el control político. Es un rompecabezas no fácil de resolver.
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